Música

sábado, 22 de noviembre de 2008

La Belle Dame sans Merci

IX

Y entre el musgo sucumbimos al sopor
y allí soñé – ¡Ah! ¡dolor!
El último sueño que jamás tuve
en la pendiente de la fría colina.

X

Vi pálidos reyes, y príncipes también,
pálidos guerreros, todos con la palidez de la muerte;
ellos gritaban – ‘¡La bella dama sin piedad
te ha esclavizado!’...

(John Keats)

Decían los ancianos de aquellas épocas: "Cuídate, hijo mío, en tus viajes, 'la bella dama sin piedad' ronda a los hombres, muchos llegan a sus brazos y pocos vuelven...". Pero aquellos jóvenes sedientos de aventuras no resistían al llamado de Lamia, la belle dame sans merci.

Conocí a un viejo quien de los brazos de Lamia todos cuentan escapó y cuya alma esclavizada liberó. Cuando joven y aventurero caballero él era, a través de un bosque una noche hubo de pasar y de entre los árboles, a la pálida luz de la luna, surgió ante él la más bella criatura que vio jamás. Acercose con movimientos seductores hacia él, atrayéndolo con su mirada de ojos salvajes, llamándolo con su canto de sirena de los bosques, y él reconoció en aquella hermosa doncella a Lamia, la belle dame sans merci, mas al encanto de su llamado no se logró resistir.

Su montura abandonó e inclinose ante tan dichosa visión, en oficial acto de rendición.

"Oh, hermosa dama Lamia, si has de tomar mi vida con gustoso os la ofreceré..." ofreció el caballero tomando una nívea mano que le era ofrecida y depositando un suave beso sobre ella, pues era tal su belleza que sólo de la mano de un ser tan magnífico aceptaría un hombre terminar su vida.

La belle dame sans merci inclinose a su vez hasta acercar su rostro al del hombre quien, ensimismado en el ároma a primavera de Lamia, no dudó en aceptar la caricia de sus labios rojos que se abrieron como pétalos de rosa invitándolo a explorar su boca, a perderse en la suavidad de su piel, a entregarse a 'la bella dama sin piedad' mientras la noche lo cubría con su oscuro manto diamantino.

Y nada de pálidos reyes y príncipes también, ni pálidos guerreros que gritaban "¡la bella dama sin piedad te ha esclavizado!" pues en la mañana el caballero seguía con vida, sobre las ropas que habían servido de lecho para los amantes. La belle dame sans merci tomó un último beso y alejose por el camino entre los árboles.

Triste siempre fue la historia de Lamia, condenada a vagar por los bosques en busca de caricias, de besos, de amor... por eso atraía a los hombres a sus brazos, para tomar aquello que le fue arrebatado y absorverlo para sí dejando un cuerpo vacío y sin vida, mas he aquí a este joven caballero cuyo corazón supo dar vida y amor en un simple acto de entrega. Así liberó de la maldición de los dioses a Lamia, la belle dame sans merci.

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