Música

miércoles, 23 de julio de 2008

Edén (segunda parte)

Por segunda vez en menos de una hora, me desperté en un lugar desconocido con la misma sensación que tendría alguien de ver un pingüino en el Polo Norte... creo que ya había pensado algo así antes. Me sentía mareada y algo floja.

"Despierta..."

Una voz me invitaba a despertar y yo, como la típica adolescente que soy, me limité a decir lo que cualquiera diría.

-Papá estamos de vacaciones... - Obviamente ni me digné a abrir los ojos, estaba de lo más cómoda, aunque la cama se sentía un poco rara.

"Hey, tienes que levantarte..."

Ja, ni loca. No sé si lo mencioné, pero a mí me encanta dormir.

"¡Vamos, mocosa! Abre los ojos..."

¿Mocosa? ¿Yo? ¿Quién demonios era el aspirante a cadaver que se atrevía a llamarme mocosa? Abrí los ojos dispuesta a hacerle daño al primero que viera. Lo único que vi fue la pequeña cabeza de Inés. Ésta estaba suavemente enrrollada en mi cuello mientras el resto de su no tan largo y delgado cuerpo se alzaba lo suficiente para que su cabeza quedara a la altura de mis ojos. Vaya, que poco me duró el enojo, pero entiendan que a mí las boas amarillas me vuelven loca (bueno, más loca), en especial si son bebés. En fin, de todas formas la cabeza seguía dándome algunas vueltas y no acaba de captar en qué nuevo lugar me encontraba. Al menos no había vuelto a "aparecer mágicamente".

-Y yo que tenía la esperanza de que hubiera sido solo un sueño. - Dije en voz alta sin dejar de mirar a mi nueva amiga y creo que fue por esa razón que me espanté tanto cuando otra voz me contestó.
-Una persona normal estaría al borde del colapso nervioso...

¿Que si grité? Si. De un sólo movimiento me encontre sentada sobre lo que yo supongo era una cama y apuntandole al extraño con Inés como si ésta fuera una pistola. La serpiente por su lado parecía muy entretenida, más tarde me encargaría de averiguar cómo es que soy capaz de comprender lo que siente una serpiente. Por otro lado, el sujeto (pues era hombre) nos miraba con cara de quien no sabe si reírse o quedarse como está. En algún lugar recóndito de mi mente se alzó la idea de que él podría haber sido el que me llamó mocosa. Le habría gritado un par de cosas, pero ninguna me pareció lo suficientemente hiriente.

-¿Crees que con esa cosa me asustas? - Dijo refiriéndose a Inés alzando una ceja ya pasado el estado de "me río o no me río".

Pensé en contestarle con un "mírate en un espejo", pero eso estaba más fuera de lugar que un pingüino en el Polo Norte (si, tengo cierta fijación con esa frase). Y es que el hombre no estaba NADA mal; no tendría mas de veinte años y quizá si menos, el cabello negro largo hasta el cuello y ondulado, un par de ojos del color de la miel me miraban con burla; vestía una camisa estilo hawaiana (de esas con colores y dibujos que parecen gritar "mírame") y un pantalón de mezclilla cortado arriba de las rodillas con lor bordes deshilachados. No sé porque de pronto me sentí minimizada con mi cabello castaño oscuro, liso como una tabla y largo hasta mitad de la espalda, y mis ojos del mismo color oscuro como los de los perros. Completamente normal, completamente una hormiga.

Total, solté a Inés y ésta volvió a enrollárseme en el cuello, mientras, yo me dediqué a regresarle una mirada cargada de intenciones negativas al sujeto. Éste de pronto me miró serio y se acercó a mí sujetando mi barbilla con dos dedos violando expresamente mi espacio personal. Yo no acababa de entender la situación cuando acercó su cara a la mía y yo me quedé helada, me miraba con tal fijeza que sentí escalofríos y lo peor es que no me quedaba de otra más que sostenerle la mirada dado que seguía sin soltarme. Estoy segura de que me sonrojé, el corazón me latía a mil por hora.

Con la misma serenidad con que se acercó, se alejó dejándome sumida en la confusión total. Ya había estado en una situación así, el otro sujeto vivió para contarlo, pero quedó un tanto dolorido, no entendí como no fuí capaz de reaccionar esta vez. De algún lugar, no sé de dónde, logré sacar la suficiente mordacidad para replicarle.

-¿Qué? ¿Soy o me parezco?
-... Pensé que eras. - Me contestó luego de una pausa.
-¿Y qué si hubiera sido? - Dije como si de verdad entendiera de quién estaba hablando.
-Habría tenido que matarte.

Me quedé de hielo, no por la frase en sí sino por como la había dicho, con la suficiente frialdad e indiferencia para congelar la sangre. Creo que se dio cuenta de mi reacción porque enseguida sonrió (una sonrisa verdaderamente sexy si me lo preguntan) y me revolvió el pelo con una mano. ¿Me vio cara de mascota o qué?

-¡Oye! ¿Quién te...?
-Quédate aquí y no te metas en problemas. - Me interrumpió y después se fue. Así vilmente.

Fue cuando me di cuenta de que estaba dentro de una especie de refugio, había una única cama suficientemente grande para dos personas, talvez tres. Más tarde me enteraría que era de brezo (en algún lugar leí que es el mejor material para construir camas cuando no estás en la civilización). La entrada no tenía puerta, pero sí colgaban unas largas tiras adornadas con trozitos de madera perfectamente pulidos y semillas, como esas cortinas de cuentas que estuvieron de moda hace algún tiempo en las tiendas para chicas. Ahora tendría que esperar a que regresara ese sujeto para cantarle las mil.

Lista de cosas por averiguar: cómo llegué aquí y cómo volver, cómo es que puedo entender a mi nueva mascota-serpiente y quién rayos era "ése".

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